Una idea nueva en nuestro país, pero no en el mundo. Las funciones distendidas se vienen implementando al menos hace 10 años en Gran Bretaña y desde hace 3 en Argentina. Chile, en tanto, se suma a esta lista a través del proyecto piloto que este año desarrolló el Centro Cultural GAM, la Corporación X-Frágil, y las compañías de teatro Silencio Blanco y Manada.
¿Pero en qué consiste esta iniciativa? Pamela López, directora de programación y audiencias del GAM, explica que se trata de funciones pensadas para personas con capacidades sensoriales diferentes: “se generan pequeños cambios técnicos en la obra. Por ejemplo, la iluminación o la música se modifican para propiciar un ambiente protegido de grandes ruidos o cambios lumínicos que puedan afectar a cierto tipo de público”.
Además, antes de cada espectáculo, se entrega material de apoyo para que las personas conozcan, por ejemplo, los accesos a la sala o la ubicación de los lugares de descanso especialmente habilitados para la función. La idea, agrega Pamela López, “es eliminar el factor sorpresa y preparar bien la bienvenida al espectáculo de danza o teatro”.
Democratizar el acceso a la cultura
Una función distendida está pensada para personas de todas las edades, especialmente para aquellas que padecen trastornos de espectro autista, de aprendizaje, de psicomotricidad o que poseen hipersensibilidad al ruido, la luz y/o necesidades especiales de comunicación. La idea, enfatizan sus organizadores, es incluir a aquellos públicos que, de otra forma, no podrían disfrutar de las artes escénicas.
Una de estas audiencias es la Corporación X-Frágil, agrupación chilena que desde 2016 trabaja por mejorar la vida de las personas con síndrome X-Frágil. Tania Salazar, coordinadora de comunicaciones y responsable del proyecto, cuenta que además de asistir a las funciones distendidas, la corporación estuvo a cargo de desarrollar 4 jornadas para sensibilizar tanto al equipo de GAM como a las compañías.
Sobre el proyecto, Tania destaca la importancia de conseguir que este tipo de iniciativas dejen de verse como un favor, y logren instalarse como una más de las misiones de instituciones como el GAM: “Ese espacio que se abre va mucho más allá de la obra. Es una espacio que contribuye a la autonomía de los niños, y finalmente de todas esas familias que lo que buscan es que después su hijo pueda valerse por sí mismo. Porque siempre detrás de una persona con discapacidad hay un grupo familiar que muchas veces debe restarse de disfrutar de la cultura porque te cierran la puerta en la nariz”.
Las compañías
Sin duda esta iniciativa implica también un gran compromiso de parte de las compañías, las que no sólo deben modificar su espectáculo en función de la audiencia, sino también estar abiertas a otro tipo de dinámicas dentro de la sala, y aceptar, por ejemplo, que las personas tengan la libertad de entrar o salir de la función cuando lo deseen.
“Las familias de la Corporación X-Frágil estaban muy felices y agradecidas. Se sintieron muy acogidos porque hoy en día llevar a sus hijos a ver este tipo de espectáculos es imposible”, dice Francisco Medina, director y productor general de VaLlena 52, obra de la compañía Manada que participó de la versión piloto de este proyecto. “Nos vimos en la necesidad de dejar de lado el ego creativo y aceptar que nuestro trabajo puede tener modificaciones para dar acceso a otras personas. Esa conciencia del otro tiene que venir también de los artistas, tenemos que estar dispuestos a ceder y a abrirnos a nuevas audiencias”, agrega.
En esta misma línea, Dominga Gutiérrez, productora general de Pescador −otro de los montajes que este año formaron parte de las funciones distendidas del GAM− destaca que si bien su trabajo como compañía Silencio Blanco hace rato venía apuntando a la inclusión, la experiencia junto a X-Frágil les permitió reafirmar la importancia del diálogo con las audiencias: “ a veces nos quedamos pegados en qué es lo que yo necesito como artista y creo que también es importante ser más tolerantes y preguntarse qué es lo que el público necesita”.
Dominga enfatiza además en la importancia de establecer una política cultural sobre este tema a futuro, “hay que definir quién se hace cargo de esto: ¿los artistas? ¿las salas? ¿el gobierno? Es muy importante recalcar que es una marcha blanca en la cual los artistas también hacemos una subvención importante”.
En esta misma línea, Tania Salazar enfatiza la necesidad de que esto llegue a públicos de todas las edades, “porque los jóvenes y los adultos con discapacidad hoy en día no tienen espacios culturales ni de entretención. Se habla de la inclusión en el contexto escolar y laboral, pero son pocos los lugares donde se pueden divertir, recrear o disfrutar de las artes escénicas”.
Por su parte GAM espera a futuro generar un sistema de trabajo para tener funciones distendidas de manera habitual. Si bien durante 2018 el llamado para participar fue más acotado, para 2019, cuenta Pamela López, ya están incorporadas en la convocatoria anual del GAM. “Hay que pensar que el acceso a la cultura para las personas en situación de discapacidad es un derecho, y ese derecho implica que los espacios culturales tengamos la oportunidad de brindar esa oferta. No como algo que ocurre 1 vez al año, sino que algo que debiese ocurrir de manera estable y permanente en el tiempo”.
Créditos fotos: Jorge Sánchez-GAM
Contacto Corporación X-Frágil: contacto@xfragil.cl
Texto: Fundación Teatro a Mil