Mensaje de Miguel Lawner tras el acto homenaje a los 50 años del edificio.

"El domingo 3 de abril recién pasado, se celebraron 50 años de la inauguración del edificio que conocimos familiarmente como la UNCTAD, obra inaugurada en abril de 1972, para recibir la Tercera Asamblea Mundial del organismo permanente de las Naciones Unidas, destinado a promover el comercio, la inversión y el desarrollo.

No recuerdo en la historia de este país, que se haya celebrado la construcción de un edificio. Se celebran efemérides patrias, religiosas o próceres, pero nunca un edificio. Nadie en Chile celebra la construcción de La Moneda, la Casa Central de la Universidad de Chile o la Iglesia de San Francisco, por muy ilustre que hayan sido sus orígenes y su presente.

La UNCTAD, hoy bautizado como GAM, quedó marcada en la historia de Chile, como una epopeya del trabajo colectivo entre autoridades de gobierno, profesionales, obreros, empresarios de la construcción, artistas y artesanos chilenos. Cuarenta mil metros cuadrados fueron levantados en el lapso de nueve meses, asombrando a los santiaguinos que circulaban diariamente por la Alameda Bernardo O’Higgins, y que constataban con sus propios ojos el veloz avance de las obras, ejecutadas con una tecnología artesanal si comparamos con los tiempos actuales.

La obra fue realizada bajo la conducción de la CORMU y sus arquitectos proyectistas fueron Sergio González Espinoza, José Covácevic, José Medina y Juan Echeñique, todos ya fallecidos y Hugo Gaggero. Una vez concluido, el edificio recibió elogios unánimes de los delegados extranjeros, asistentes a la Conferencia, asombrados por sus méritos arquitectónicos y artísticos, así como por la audacia de su estructura soportante.

Los mejores artistas nacionales colaboraron con pasión, estimulados por una floreciente atmósfera creativa. Bernal Ponce iluminó como un volantín, la claraboya exterior sobre el acceso principal. Marta Colvin esculpió una piedra situada en el patio interior junto a otra de Samuel Román. Carlos Ortúzar fundió en metal la fuente de los cuatro mundos emplazada frente al acceso por calle Villavicencio. Sergio Castillo concibió una hermosa escultura en forma de varias bolas metálicas que giran, representando a nuestro planeta. Nemesio Antúnez diseñó los pavimentos y muros del ingreso al casino, mediante piezas cerámicas dispuestas como un dinámico achurado. Balmes, Gracia Barrios, Guillermo Núñez, Roser Bru, Francisco Brugnoli, Mario Toral y Eduardo Vilches vistieron con grandes tapices o murales, los paramentos de las salas principales y de los halles. Egenau proyectó la bella puerta metálica del acceso poniente, y Ricardo Mesa los tiradores de bronce de las puertas interiores principales, dándoles la forma de una mano empuñada. Modestas bordadoras de Isla Negra se sumaron a esta constelación de artistas, tejiendo la loca geografía chilena en un inolvidable tapiz multicolor, recién recuperado. El imaginativo mimbrero Manzanito, colgó varios peces gigantes desde el cielo del casino. Finalmente, Federico Assler levantó sus hormigones moldeados en la que fue la primera de sus esculturas urbanas. Todos los artistas fueron coordinados por la batuta exigente de Eduardo Martínez Bonati, conocido familiarmente como el Lalo.

¡Qué explosión creativa!

Todos los artistas y artesanos trabajaron recibiendo una remuneración equivalente al valor de tres sueldos de un obrero calificado, hicieran la obra que hicieran. Estaban todos motivados por esa explosión creativa generada por las acciones del gobierno de Allende, reconociendo los derechos de todos, especialmente de quienes históricamente fueron siempre perseguidos o postergados.

Concluida la UNCTAD, el edificio se abrió al pueblo con el nombre de Centro Cultural Metropolitano Gabriela Mistral, congregando rápidamente una multiplicidad de actividades artísticas y culturales. El casino -innovador en el campo del autoservicio- llegó a servir tres mil raciones diarias de almuerzo, con un menú accesible a cualquier bolsillo. La juventud acudió a la UNCTAD colmándola de canciones y alegría. Podemos afirmar con propiedad, que la ciudadanía hizo suyo el edificio.

El acto del Domingo recién pasado en el GAM fue de una emotividad imposible de trasmitir. Fuimos invitados los cuatro protagonistas principales de la obra que aún estamos con vida: el arquitecto Hugo Gaggero, Eduardo Martínez Bonati, coordinador de la integración de las obras artísticas, Irma Cáceres de Almeyda, que asumió la dirección del Centro Cultural una vez concluida la Asamblea, quién llegó en silla de ruedas y yo.

Pero también fueron invitadas las bordadoras del tapiz de Isla Negra, los artistas que aún están con vida como Francisco Brugnoli, Mario Toral y Federico Assler, además de los hijos o nietos de quienes ya no nos acompañan. Todos subieron a recibir una hermosa pieza de recuerdo donada por el GAM, momento que generó una conmovedora lluvia de abrazos, saludos y lagrimeos de no pocas y pocos. ¿Quién puede explicar hoy día la vigencia de semejante muestra de tan auténtica y sincera amistad?

Artistas, arquitectos y artesanos sobrevivientes, todos juntos en una admirable expresión de fraternidad. Yo, personalmente no pude resistir las lágrimas, cuando vi a nuestra maravillosa Irma sentada en silla de ruedas, tras 20 años que no nos habíamos encontrado. Ninguna de las intervenciones tuvo un aire de solemnidad. Abundaron en cambio, palabras que arrancaron espontáneas carcajadas de los asistentes.

En suma, una celebración cargada de una emotividad tan sincera, inolvidable, con una organización impecable del GAM, bajo la conducción de Felipe Mella. Muchas gracias!"

Miguel Lawner, 06.04.2022

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