Alexandra Mabes estrena Blanco, un dúo de danza contemporánea que simboliza la historia de la humanidad desde el Big Bang,  a través del sonido, la danza con objetos y una cuidada apuesta plástica.  

Se cuenta que hace más de 35 años dos sondas espaciales viajan por el universo cargando discos de oro que cuentan la historia de la vida en el planeta Tierra, para que si una civilización extraterrestre se las cruza, sepa quiénes somos y dónde estamos. Desde el nacimiento del planeta y de la vida, llevan la evolución contada en sonidos. Blanco tiene un punto de partida similar.

El Big Bang, los planetas, los latidos de un corazón y la naturaleza suenan al comienzo de la obra de la bailarina Alexandra Mabes (Me quedé todo el día en casa), una creación de danza contemporánea que propone una alegoría de la historia de la humanidad desde el sonido, el movimiento, la plástica y objetos.  “Para mí la música es la palabra, pero no me interesa representar, sino inspirar”, explica Alexandra.

Enormes globos negros, perlas, piedras, viento, tela, plumavit son algunos de los objetos que los bailarines utilizan y resignifican en la obra. La pieza es interpretada por la propia Alexandra y Damian Ketterer, bailarín  de la compañía de José Luis Vidal y del proyecto KIM, de Elías Cohen.

Tras su mirada de la evolución, la obra avanza por la historia hacia el conflicto, la guerra y la reconstrucción, para llegar a un presente más íntimo, que aborda el vínculo entre hombre y mujer. Blanco termina con una proyección al futuro, representado en la energía del baile, de la fiesta nocturna, que a pesar de su fuerza va a decaer. 

Un año de investigación modificó la idea tras la obra, por lo que hoy está lejos de lo que se mostró en una etapa primaria, como parte del ciclo de trabajos en proceso del Festival Cielos del Infinito. 

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