El emblemático edificio hoy tiene 22 mil m2 en los que hay diez salas para teatro, danza, circo, música clásica y popular, artes visuales, arte popular y conferencias. También hay cinco plazas y una biblioteca, BiblioGAM, especializada en artes escénicas y visuales, con estantería abierta y salas de estudio y lectura. Además, cuenta con un estudio de grabación y sala de ensayo de música.

El edificio tiene acceso universal y libre.

Arquitectos del GAM

Quisieron diseñar un centro cultural que acogiera a todos. Pero primero tuvieron que sumergirse en los dolores de un edificio que nació para el pueblo, pero que terminó enrejado por los militares. Los arquitectos Cristián Fernández, Christian Yutronic y Sebastián Barahona fueron los primeros en recorrer sus rincones retornada la democracia.

Revisa la entrevista completa, realizada por la periodista Gabriela García para el libro GAM 10 años.

Artículos

“Los espacios entre los volúmenes están pensados como plazas permanentemente abiertas a la ciudadanía”

— Revista VyD, 25 de septiembre 2010.

Miguel Lawner

El arquitecto Miguel Lawner, quien coordinó los equipos de construcción en 1972, fue uno de los protagonistas del renacimiento del centro Gabriela Mistral el año 2010. Revisa su ponencia en el seminario “Arquitectura y memoria”, organizado el 5 de septiembre de 2010 por GAM.

Entrevista a los arquitectos del GAM

Entrevista realizada por la periodista Gabriela García para el libro GAM 10 años.

Luego de que el incendio del 5 de marzo de 2006 destruyera el 40% de su estructura, y de que el techo metálico se viniera abajo, participaron de un concurso internacional de ideas arquitectónicas impulsado por la ex presidenta Michelle Bachelet. El propósito: devolverle a la ciudadanía un edificio que antes de ser rebautizado por Augusto Pinochet como Diego Portales, había sido creado para el pueblo.

— Las bases te permitían desde demolerlo y hacer un edificio completamente nuevo, hasta conservarlo todo y simplemente hacer una remodelación— cuenta Fernández. Pero el proyecto que venció a un total de 55 propuestas, y que presentaron junto a Barahona y Yutronic, apostó por el punto medio: un edificio inspirado en esa memoria pero que se ajustara a las demandas del siglo XXI.

Los arquitectos estaban conscientes de que la historia del edificio era dolorosa, porque los tres se titularon muy cerca de allí, en la Universidad de Chile de calle Marcoleta. Fernández, el mayor de todos, dice que lo visitaba con su padre en el tiempo de la Unidad Popular y las revistas internacionales lo publicaban como un referente de vanguardia en Latinoamérica.

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“No queríamos que el edificio fuera de izquierda ni de derecha. Buscamos esa especie de equilibrio”

— Cristián Fernández.

Las llamas iniciadas por una falla eléctrica en su sala plenaria en 2006, hicieron que todos pusieran los ojos sobre él. Y mientras algunos vieron la excusa para echarlo abajo, arquitectos como Fernández, Barahona y Yutronic optaron por resignificarlo.

—Fue como si el incendio descomprimiera la tensión simbólica que tenía acumulada. Como si figurativamente las llamas purificaran un lugar que estaba cargado y cansado de ocultar tanta calamidad. Representaba un país polarizado: la gente de derecha lo asociaba con Allende y los de izquierda con Pinochet. No era querido por nadie— dice Fernández.

Transmutar esa memoria no fue sencillo. Pero los arquitectos estaban convencidos de que para diseñar un espacio de 20 mil metros cuadrados, capaz de acoger a todos los ciudadanos, tenían que dejar de pensar en el Diego Portales, y sumergirse en los valores del edificio levantado por el gobierno de Allende.

Para eso pidieron recorrer el edificio completo, y además instalaron su oficina en el interior. A pesar de que con el retorno de la democracia y hasta el momento del incendio, el inmueble funcionó como un centro de convenciones, el Ministerio de Defensa seguía instalado en la torre, y nadie se había atrevido a explorarlo.

—Recuerdo que había un verdadero búnker en el estacionamiento que estaba armado y que tuvimos que demolerlo. Como en las películas, estaba lleno de televisores: era la central de inteligencia. No podías entrar con nada, era una locura—, cuenta Yutronic.

Pese a los escalofríos que les dio la escena, persistieron. En una imagen de 2008 que Yutronic conserva en su celular, se les ve trabajando en el diseño de GAM hasta altas horas de la madrugada:

— Eso es un sábado como a la una de la mañana. Había sacos de dormir y café. Teníamos un scooter para ir al baño para optimizar el tiempo, y nos alimentábamos de metros de pizza. Me acuerdo que una noche estaban los de la Guardia Nacional, y había un partido de fútbol en el casino. Ocurrían muchas cosas acá. Era bien interesante— recuerda Barahona.

El equipo estaba conformado por unas 25 personas. Sosteniendo conversaciones con algunos de los arquitectos del proyecto original como José Covacevic y Hugo Gaggiero, lograron impregnarse de la génesis del edificio y recibir de manos de ellos, los planos originales.

—Ellos fueron parte del jurado del concurso y fueron muy generosos. Junto a Miguel Lawner, nos visitaron varias veces. Fue bonito, porque nos hicieron sentir cómodos y nos dieron material que no teníamos. Gaggiero, por ejemplo, trajo el plano original del vitral de Bernal Ponce, el volantín de colores que se quemó, y que nosotros quisimos hacer de nuevo con la autorización de su viuda para la plaza central— dice Yutronic.

Mientras recorrían el edificio y diseñaban el nuevo proyecto, fueron verdaderos comisarios de un patrimonio que se creía perdido. Rastreando rincones hasta ese momento vedados, encontraron algunas obras de arte de la colección Unctad III que estaban desaparecidas desde el Golpe de Estado:

—Nosotros fuimos los primeros que el gobierno contrató para que recorriéramos el edificio entero e inventariáramos lo que había en las bodegas y subterráneos. Habían unos lugares siniestros. De repente movías una cuestión y te encontrabas un telar, era impactante. Así, levantamos fichas de elementos de interés como el Taco de Santos Chávez, las lámparas de Ramón López, las manillas y las señaléticas, las cuales retiramos antes de demoler, y se restauraron— dice Yutronic.

Y Barahona agrega:

—Estaban en un estado impactante de abandono, podridas, guardadas, llena de cholguanes. Los planos originales no lograban transmitir lo que estaba pasando en ese lugar, porque el edificio entero había sido intervenido por los militares. En una escultura la guardia ponía las colaciones como si fuera una despensa. Ese era el nivel de descuido—.

Tras ir y venir del pasado, volvían a la oficina a concentrarse en su proyecto. Si algo tenían más claro que nunca era que conceptualmente querían mantener un diseño lo más neutral posible.

—No queríamos que el edificio fuera de izquierda ni de derecha. Buscamos esa especie de equilibrio, para no seguir en esta cosa dualista. El acercamiento fue súper apolítico. Uno de los grandes aciertos que tiene el edificio, es que siempre se pensó desde la ciudad y desde el barrio, y no desde sí mismo ni desde una contingencia política— explica Fernández.

A pesar de que el contrato inicial con el Ministerio de Obras Públicas fue por cuatro meses, rápidamente se dieron cuenta que el tiempo no iba a ser suficiente y permanecieron un año dentro.

—Uno como arquitecto está acostumbrado a que te digan: “Esto es lo que queremos”. Pero aquí partimos con un programa, y a medida que lo íbamos dibujando, iban surgiendo otras ideas. Pasa que GAM venía a solucionar el enorme déficit que existía en materia de infraestructura cultural en Chile, entonces trataron de que cupieran todos. Se trabajó con más de 20 especialidades, el desafío técnico era enorme. Finalmente se transformó en un edificio de artes escénicas, esa es la esencia. Una cosa media heterogénea cuya identidad se fue definiendo en los procesos.

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“El GAM es una institución que tomó vida propia. Una vida que va mucho más allá de lo que nosotros como arquitectos nos imaginamos”

— Cristián Fernández.

Qué dejar y que no del inmueble original, también fue un trabajo que les tomó tiempo. Hasta que decidieron conservar los pilares, construir un edificio revestido con acero cortén y reutilizar la madera de alerce que estaba en las antiguas salas de conferencias.

En honor a la apertura y la transparencia, además, multiplicaron las plazas y botaron muros para generar conexiones con el barrio Lastarria y la Alameda. A través de la feria, por ejemplo, las personas podrían acceder al metro a través de un circuito peatonal.

—Es fundamental que la segunda etapa, el teatro con 1800 butacas que está en construcción, se complete para que puedan dimensionar la dinámica urbana y la potencia del proyecto que diseñamos. La idea era inaugurar la primera y a los pocos meses empezar la segunda, pero sigue en pausa por terremotos políticos o geográficos— dice Fernández volviendo a observar la fachada rayada del centro cultural.

Los arquitectos posan para una foto. Y a sus espaldas están los nombres de quienes han muerto durante el estallido social que comenzó el 18 de octubre de 2019.

—Es muy sorprendente lo que ha pasado. Es raro hacerle un edificio a alguien que no existe, pero ahora, con la perspectiva del tiempo, cuando hablas de GAM uno sí sabe. Con quienes habitan sus plazas a diario, con la gente bailando frente a los espejos, con los ciclistas y los artistas, apareció una identidad. El GAM es una institución que tomó vida propia. Una vida que va mucho más allá de lo que nosotros como arquitectos nos imaginamos. Mira, estamos en la zona cero, y seguimos en pie. La conexión que logró con la gente es muy potente. Esa es la alegría de uno como arquitecto. El edificio se transformó y hoy es súper querido, se deja ser, fluye. Creo que, ni en nuestros pensamientos más optimistas, pensábamos que iba a prender así— dice Fernández.

Entrevista a Hugo Gaggero

Entrevista realizada por Rodrigo Guendelman en Radio Duna (mayo 2021) a Hugo Gaggero, arquitecto del edificio UNCTAD III, quien se refirió al libro que escribió sobre la construcción de éste, titulado “Del Idilio a la Destrucción”. Mayo 2021.

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